Volvimos a ser un “país normal”, “volvimos al mundo”. Con la asunción de Macri, se produjo un importante giro en la orientación de la política exterior argentina, que quiso legitimarse mediante la idea de “volver al mundo”, sostenida en la premisa de un supuesto aislamiento (A. Barrenengoa, J. Kan). “Cuando Macri repetía que volvimos al mundo significa que volvimos a hipotecar nuestro futuro (Santiago Cafiero).
Un “país normal”. La normalización en sociología, es el proceso por el cual los comportamientos e ideas, hacen considerarse “normales” a través de la repetición, la ideología, la propaganda u otros medios, muchas veces llegando a tal punto que son consideradas naturales y se dan por sentado sin cuestionamiento.
En un periodo presidencial cargado de ironías políticas, quizá no había ninguna más grande que: “volvimos al mundo”, ahora somos un “país normal”. Mientras los economistas del establishment vitoreaban la vuelta a los mercados y la llegada de la “normalización” argentina, en solo dos años (2016-2018) se había desatado el infierno que inauguraría la demolición conceptual del monetarismo vernáculo y su evisceración intrínseca. Usando sus propias sentencias: “se había perdido una oportunidad histórica”.
Ya con el segundo plan del FMI, se adoptó un programa de contracción monetaria: “base monetaria cero" y, se reemplazó el programa de metas de inflación, cuyo instrumento era la fijación de la tasa de interés. Al mismo tiempo, el gobierno quería mantener la libertad de los movimientos de capitales para luego retomar la colocación de deuda en los mercados voluntarios.
Como abordamos, y refrendamos, no existe la posibilidad de controlar el tipo de cambio, mantener una política monetaria autónoma y permitir la libre circulación de capitales sin consecuencias devastadoras. Para colmo de males, el programa incluía un asombroso ancho de banda para la tasa de cambio flotante entre la inferior y la superior. En ese tejido, habiendo eliminado la emisión monetaria, el BCRA ya no podía financiar al Tesoro ni efectuar compra de dólares dentro de la zona de no intervención acordada con el FMI.
El gobierno consideraba que la volatilidad del dólar condicionaría la probabilidad de reelección presidencial del presidente Mauricio Macri. Es lo único que les preocupaba. Por esa razón, el BCRA-que no fue independiente en absoluto-, estuvo tratando por razones políticas de mantener planchada la cotización del dólar con una tasa de interés de referencia cercana al 70% nominal anual. Recuerde que como el stock alcanzado por las Leliqs no era suficiente para mantener la paz del dólar, el Central decidió aumentar el techo de Leliqs que los bancos podían asumir, estimulando una mayor demanda de esos títulos.
El BCRA que había estado condicionado por las Leliqs cada 35 días-antes de desarmar las posiciones-, en ese momento estaba reducido en plazo con los pagos diarios de Leliq. El “deporte financiero extremo” se había vuelto cotidiano. Como si todo esto fuera poco, el Central les aseguró a los bancos una tasa de interés piso para las Leliqs en abril 2019.
El costo de esta táctica había sido, y se situaría con el paso de los meses, en un derrumbe fenomenal del crédito privado, con el consiguiente impacto negativo en la actividad y el nivel general de empleo. Con ese verdadero fundamentalismo monetarista, el propósito era alcanzar una base monetaria cada vez más baja. En marzo 2019, el nivel de base fue más bajo que en febrero 2019, que fue más contractivo que el programa original en octubre de 2018. La base promedió un resultado más de 2% por encima del cumplimiento solicitado. Ni siquiera el FMI les pedía tanto.
Para contener la inflación y mantener el dólar sedentario, el Central sostenía ganancias extravagantes para los bancos. Pensábamos que podían a estrellar la economía de “main street”, y no estábamos equivocados.
Volviendo a entregas anteriores, la estrategia era demonizar a Cristina Kirchner, y tenía como único objetivo generar miedo; sin embargo, extraoficialmente se rumoreaba que una proporción importante de la UIA, apoyaría la elección de Cristina en las presidenciales, en lugar de la de Macri. Las corporaciones detestaban a la ex presidenta, pero aludían haber ganado mucho dinero durante 12 años de crecimiento con los gobiernos Kirchner. Esto era muy chiflado, pero más estrafalario era pretender desconocer la realidad.
En otro orden de cosas, asistíamos a una nueva escalada del dólar, debido al colapso de la demanda de pesos y la escasa oferta de divisas. Pero también debido al plan de intervención de precios que, de repente, el gobierno anunciaba como en los mejores tiempos del populismo. La inflación muy alta de 4.7% en marzo sustentaba las expectativas de devaluación que realimentaban abril e involucraban demandas de ajustes salariales-ya con medidas de fuerza el 30 de abril-, impulsando tanto la tasa de inflación como la devaluación y las expectativas inflacionarias.
La extrema debilidad de la actividad económica, con una industria automotriz que utilizaba solo el 15% de su capacidad instalada, generaba mayor malestar social, disminución de ingresos fiscales, dificultad para cumplir el objetivo acordado con el FMI y presión sobre la prima de riesgo país, que ya volaba por encima de los 1.000 basis points. Todo eso, con un stock de Leliq que crecía apresuradamente debido a las altas tasas de interés.
La anémica actividad económica había generado una importante caída de la recaudación de impuestos y nuevamente, era difícil alcanzar el equilibrio fiscal primario. Ese objetivo que anunció Dujovne y venia sobre cumplido, ahora había hecho aumentar vertiginosamente el riesgo país, por temor a la futura reversión de los resultados divulgados. La recaudación crecía menos de lo esperado. Las retenciones a la exportación estaban más cerca de $ 340 mil millones, que de los $ 440 mil millones extraídos por el gobierno.
Toda la recaudación de los otros impuestos caería mucho más en términos reales de lo que Dujovne esperaba. En el primer bimestre, los ingresos fiscales sin retenciones mostraron una caída de (-13%) en términos reales. Una recolección de ingresos más perezosa iba complicar la convergencia al “déficit primario cero”.
Con las proyecciones, había que prepararse para un déficit primario de alrededor del 1.5% del PBI en 2019. La debilidad de la actividad, con inflación alta y persistente que deterioraba el salario, podía conducir a un nivel de desempleo creciente. Se asomaba un conflicto social de magnitud. El gobierno había estado jugando con fuego otra vez, y en algún momento iba a arder. Sin embargo, la fueron pateando hacia adelante y se la dejaron a Alberto Fernández.
La propuesta Cambiemos, sugería una promesa, si el Estado y las personas se construían sobre los modelos pragmáticos empresariales de las mejores prácticas y el benchmarking de países, mejorarían las perspectivas de futuro y llegaría una lluvia de inversiones, para nunca más volver a las recurrentes crisis financieras originadas en endeudamientos, precedidas por aumentos de riesgo país y caída del precio de los bonos soberanos; en definitiva, nunca más volvería a avergonzarnos el fantasma de un default.
Además, los créditos hipotecarios (UVA) encomiados por el diputado Tetaz (Cambiemos), permitirían a las familias desarrollar su calidad de vida comprando su vivienda propia y, a la vez contribuiría al crecimiento económico mediante “la industria, madre de industrias”.
Invertir en educación y generar decenas de miles de empleos, reducir los embarazos para obtener beneficios sociales; pondría a los jóvenes camino al trabajo en lugar del Estado afrontando los costosos subsidios que fomentaron un sinnúmero de sinvergüenzas y abusadores, forjando así un destino de gloria, un país verdaderamente competitivo. Nada más estigmatizante y alejado de la realidad.
Existían muchos talentos formados por el CONICET, pero ya el Estado no financiaba investigadores, se iban, otros países aprovecharían la inversión que la Argentina había hecho en ellos. No estaba Cavallo para “mandar a las investigadoras a lavar los platos”, pero se iban mediación verbal.
Un esfuerzo por entender los elementos constitutivos y la dinámica del esperpento experimental Cambiemos, minaba la capacidad de comprensión de cualquier académico, en el sentido de identificar cuáles eran las estrategias para obtener los progresos que habían esbozado en el discurso.
La implacable política económica, con su propia racionalidad estaba diseminando el fracaso del modelo, y desconfigurando, no solo a las empresas, los inversionistas y actores del mercado; sino a la ciudadanía toda, que presenciaba angustiada los nefastos acontecimientos.
Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.