A tres años de la ley de alquileres todas las partes coinciden en que fue un total fracaso. Perdieron todos: inquilinos, propietarios e intermediarios.
Lo que se trató como una ley, en principio, bienintencionada para el inquilino, terminó siendo una pesadilla.
Ya, prácticamente, no hay oferta de alquileres. Quienes aún los ofrecen, lo hacen a un número muy alto. Lo curioso, es que termina siendo aceptado por inquilinos que no desconocen que ese número terminará siendo devorado por la inflación.
Dicho sea de paso, una inflación anual superior al 100% hace que haya trabajadores con sueldo en blanco bajo la línea de la pobreza.
Justo es también decir que la sequía y la guerra de Rusia-Ucrania afectaron al mercado. Por eso, le pese a quien le pese, se opera fuera de la nueva ley de alquileres. Lo hace de oficio. Precios y actualizaciones se pactan a puertas cerradas entre las partes y, en muchos casos, en dólares.
Todo el mercado espera que la ley cambie y espera el cierre de listas a ver si cierta certidumbre política es acompañada por la economía.
Por ahora, el único semáforo verde es la baja de la tasa de interés de EE UU. Seguramente se apagará la aspiradora de dólares de parte del gigante americano y el inversor se vea tentado hacia los tangibles.
La baja de la tasa de interés fortalecerá los commodities como la soja y el trigo, sector fundamental de nuestro país. Por ahora los inversores desensillaron hasta que aclare el panorama.