La catástrofe del Titanic continúa cautivando al mundo con igual fuerza

 La catástrofe del Titanic continúa cautivando al mundo con igual fuerza

Desde aquel fatídico 14 de abril de 1912, el hundimiento del Titanic continúa cautivando al mundo. La reciente catástrofe del submarino Titan, que implosionó en el Atlántico cuando realizaba un viaje de exploración turística que se cobró cinco vidas, reactualizó el tema. Un canal inglés, aun antes del descubrimiento de los restos del pequeño submarino, encargó y emitió un documental sobre la exploración del Titan, mientras que Netflix se enfrentó a una reacción violenta por su decisión de volver a programar, en su plataforma, la famosa película de 1997 de James Cameron con Kate Winslet y Leonardo Di Caprio. Innumerables mensajes en las redes sociales acusaron a Netflix de hacer un uso comercial de la reciente tragedia, pero la empresa de streaming se defendió diciendo que dicha reprogramación estaba prevista desde antes de que ocurriera la implosión del Titan.

En 1912, a pocas semanas del naufragio, se realizó (sin que mediaran protestas) la primera película sobre el trasatlántico. Una versión muda, desde luego, que tuvo como protagonista a una sobreviviente real de la nave, Dorothy Gibson, que hasta usó en el olvidado film las ropas reales que vestía en el momento del salvataje. Desde entonces, con mayor o menor fortuna y antes de que Cameron estrenara la película considerada “definitiva” sobre el Titanic, el cine mundial realizó casi unos quince títulos, dos de ellos también rodados, como el que se acaba de mencionar, el mismo año de la catástrofe. El primero más destacado, y cuando el cine sonoro recién empezaba a ser utilizado, data de 1929, es el inglés “Atlantic”, de Ewald André Dupont, con Franklin Dyall y Madeleine Carroll, y una participación como actor de reparto de Alfred Hitchcock. La White Star Line, empresa naviera que construyó el Titanic, impidió judicialmente a los productores del film que usaran el nombre de la nave, y fue por eso que se debió cambiar a Atlantic.

El caso más singular de adaptación ocurrió durante la Alemania nazi. Joseph Goebbels, ministro de Propaganda, ordenó la realización de una película sobre la tragedia con el objetivo de desacreditar a los ingleses, y se la encargó al director Herbert Selping. Sin embargo, según los historiadores, Selping era enemigo del régimen, intentó no reflejar en el film todo lo que pretendía Goebbels en su caracterización de los británicos, y terminó en la cárcel, donde se suicidó (algunas versiones, más verosímiles, sostienen que lo asesinaron). Fue así que la película fue terminada por un actor, Werner Klingler, y aunque los resultados (e inclusive los efectos especiales) son sorprendentes, considerando la época, Alemania decidió no estrenarla. Goebbels evaluó que no era “edificante”, en tiempos de guerra, mostrar un desastre así. Recién, paradójicamente (o no), se estrenó en los años 60 en la Alemania del Este, justamente como testimonio contra Gran Bretaña.

Hollywood, antes que Cameron, rodó con dirección de Jean Negulesco “Titanic” (1953), con Barbara Stanwyck y Clifton Webb (en la Argentina se llamó “Y el mar los devoró”). La película era interesante, aunque las líneas melodramáticas de buena parte de su argumento le quitaban foco a lo principal de la tragedia. Cinco años después, en Gran Bretaña, Roy Ward Baker hizo el hasta entonces mejor film sobre la tragedia y el más veraz en términos de reproducción del naufragio, “A Night To Remember”, con Kenneth More, Ronald Allen y Robert Ayres, basado en la buena novela de Walter Lord, coguionista del film (en nuestro país se llamó “La última noche del Titanic”. Estas son apenas algunas de las versiones cinematográficas, las más importantes de una tragedia que también dio lugar, en Broadway, el West End y otros escenarios del mundo, a diferentes adaptaciones teatrales.

En su edición de ayer, “Variety” recordó los efectos profundos del hundimiento en el espectáculo. El productor de Broadway, Henry B. Harris, fue una de las víctimas, y la hermana de Benjamin Guggenheim, otro viajero que se ahogó, se desmayó en un music-hall cuando se enteró del trágico destino de su hermano. “Muchos cancelan sus reservas para navegar”, escribió ”Variety” en su número del 20 de abril de 1912. “La terrible catástrofe marítima arrojó una sombra sobre todo el mundo del espectáculo durante la semana en curso, que no se atenuó sino que aumentó a medida que se iban conociendo los detalles adicionales. Los negocios de todo tipo quedaron prácticamente suspendidos, y la asistencia a los teatros se resintió materialmente. La primera mitad de la semana fue imposible despertar el humor espontáneo en los diversos espectáculos musicales y cómicos, que se parecían mucho a los servicios funerarios”.“En el Winter Garden” continúa, “el lunes por la noche los palcos fueron donados por la dirección para alguna obra benéfica. En uno de ellos estaba sentada la hermana de Benjamin Guggenheim, uno de los pasajeros del malogrado Titanic. Le habían asegurado por la tarde que todo iba bien, tras el falso informe enviado por la línea White Star de que el Titanic estaba siendo remolcado a Halifax. Hacia la mitad del espectáculo, los hombres del palco salieron a tomar una copa. A su regreso, uno de ellos, con una estupidez casi imperdonable, llevó a la joven algún tipo de información sobre la probable suerte de su hermano. Como casi cualquier otra persona hubiera podido prever, la joven cayó desmayada, provocando pánico en el auditorio”.

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