Diálogos de Wall Street

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Periodista: Le estalla un motín a Vladímir Putin, los mercenarios rusos del ejército privado Wagner invaden Rusia a toda velocidad, ¿y cuál es la reacción de los mercados? ¿Ninguna? Ni siquiera el petróleo se agita. ¿No importa para nada?

Gordon Gekko: Las sublevaciones, los días sábado, tienen una repercusión acotada. Y esta fue audaz pero muy efímera. El domingo ya se había subsanado. La realidad crujió pero no llegó a cambiar.

P.: Es verdad, pero con un salida precaria, un acuerdo entre gallos y medianoche. Nunca Putin estuvo tan vulnerable en 23 años de gobierno. ¿Cómo pensar que no es el principio del fin? La decisión de invadir Ucrania fue catastrófica, ¿no es lógico que llegue la factura?

G.G.: No es fácil evaluar la situación aunque la precariedad es un rasgo distintivo. En principio, no fue un golpe de Estado sino una insurrección contras las autoridades militares.

P.: Es una sutileza.

G.G.: Importa porque no es gente de por sí muy sutil. Y no se olvide que Rusia, financieramente, está aislada hace tiempo. ¿Qué precio hay que reacomodar? ¿El riesgo país? Sí, pero qué le hace una mancha más al tigre.

P.: El general rebelde, el exconvicto Prighozin, cesó en su intento, se marcha a Bielorrusia y se le retiran los cargos. ¿Queda el levantamiento impune? ¿Y también la matanza de soldados del ejército regular? ¿Se puede creer que acaba aquí?

G.G.: Todo es surrealista. Por empezar es difícil entender lo que ocurrió. Y es fácil pensar que las cosas no van a quedar así. Concuerdo. Uno se imagina que lo que viene es una purga espantosa. Y que todo puede pasar. Desde un golpe militar, convencional, a la latinoamericana, que lo desplace a Putin hasta una réplica brutal de Putin para afianzarse. A lo Erdogan tras el golpe de 2016. No es necesariamente una disyuntiva inminente entre la guerra o la paz en Ucrania, aunque sin el grupo Wagner en el terreno -el ejército mercenario- y con la disciplina astillada, Rusia parece cada vez más complicada en una guerra que es un peso muerto enorme.

P.: La contraofensiva de Ucrania tiene ahora grandes perspectivas de éxito.

G.G.: Dejando de lado la base naval de Sebastopol que Rusia nunca va a soltar, uno diría que sí. Pero a juzgar por la nula reacción de los mercados no es algo que esté incorporado en los precios.

P.: Ucrania ya no pesa en el contexto internacional. ¿No le quita el sueño a nadie, no alienta el entusiasmo?

G.G.: Cuando se haga realidad un cambio material, seguro que sí. La volatilidad del día a día, como usted dice, no mueve el amperímetro. Mercados como el del petróleo están sujetos hoy a muchos otros shocks -como los recortes de producción de la OPEP- y tampoco responden. Pero Rusia cuenta mucho. Le dije que todo puede pasar, pero no es cierto. Moscú controla el mayor arsenal nuclear del mundo.

P.: A eso voy. Pero no se notó ningún nerviosismo.

G.G.: Es que el peligro asociado a lo nuclear acota el rango de sucesos que pueden ocurrir. O eso nos gusta pensar.

P.: ¿Me quiere decir que es mejor Putin conocido que Prighozin por conocer?

G.G.: En efecto. Admitamos que desde los tiempos de Boris Yeltsin que no teníamos este tipo de dudas. El remedio puede ser peor que la enfermedad. La inestabilidad política rusa supo ser un tremendo dolor de cabeza.

P.: Pero piensa que de algún modo Prighozin no iba a poder tener acceso a las claves que permiten el manejo a pleno del arsenal y, eventualmente, provocar un desastre.

G.G.: Otras fuerzas, no necesariamente Putin, pero sí otros jefes militares, lo hubieran impedido. Y habrían contado con fuerte apoyo internacional. Eso es lo que creo.

P.: Es curioso cómo los mercados pueden convivir con estos peligros y no darse por aludidos.

G.G.: Si el siniestro ocurre, no se lo podrá ignorar. Pasó con la invasión a Ucrania. Después los mercados se adaptan y aprenden a convivir. El botón nuclear que temen los mercados es la suba de la tasa. No es tan grave. Y la paz monetaria, aunque todavía le falta, está hoy mucho más a mano.

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