FMI y dólar: ¿hay espacio para devaluación y un mayor ajuste fiscal?

 FMI y dólar: ¿hay espacio para devaluación y un mayor ajuste fiscal?

El país cumplió las metas de todo 2022 a pesar del desafiante contexto derivado de la guerra en Europa Oriental. En la actualidad está en discusión la revisión de las metas del primer trimestre de 2023 que no se cumplieron debido al profundo impacto macro de la sequía.

En tal sentido, el país sufre una merma estimada de u$s20.000 millones de exportaciones por la menor cosecha y una pérdida fiscal de más de 1% del PBI, directa por menores derechos de exportación y otros impuestos e indirecta por la caída en la actividad económica asociada.

En marzo de este año el FMI hizo una recalibración insuficiente de la meta de reservas de sólo u$s2.000 millones y se negó a relajar la meta de déficit fiscal y monetaria asociada al financiamiento de ese mayor déficit, causado por el desastre natural.

El aumento de dicho déficit se produjo por la caída en la recaudación. Argentina hizo un profundo esfuerzo de reducción del gasto público real del orden del 10,3%, en el primer semestre de 2023, que complementa la caída de 7,4% del gasto real en 2022. Nadie puede argüir que ese mayor déficit se debe a ninguna borrachera de gasto, se bajaron subsidios y sólo aumentó el gasto en infraestructura necesario para el crecimiento sostenible, que incluyó un gasoducto que proporcionará un gran ahorro de divisas.

En un año electoral y con un contexto exógeno de menor crecimiento global, por un mundo afectado por la pandemia, guerra y políticas contractivas post-pandemia, no es razonable pedirle al país un ajuste fiscal mayor. Tampoco se puede exigir mayores reservas dado el shock ocurrido en la balanza comercial.

Una devaluación en este contexto y dado el elevado grado de dolarización de Argentina tampoco resolvería el déficit de sector externo, porque en el corto plazo no aumentarían las exportaciones y alimentaría una ya elevada inflación, dado el alto “pass through”.

La discusión de modificaciones en la política cambiaria, en el marco de un plan económico integral que reduzca la inflación y resuelva la restricción externa, puede efectuarse solo en el marco de un nuevo gobierno con renovado poder legitimado en las urnas y en lo posible con consensos mínimos entre las dos fuerzas mayoritarias, lo que en este contexto es una quimera. Tampoco es sensato pedir una devaluación y plantear a la vez una baja en la tasa de inflación.

Rebaja en la inflación que debe atender sus diversas explicaciones multicausales. Recordemos que, con plena ortodoxia monetaria y fiscal, Argentina duplicó de 25% a casi 50% la tasa de inflación de 2017 a 2019.

Además de la cuestión cambiaria está la cuestión de la puja distributiva. En Argentina donde se pone tanto énfasis en la dimensión salarial, un factor de la explicación, además de los desequilibrios macro, la inercia inflacionaria y las expectativas cambiarias, son los mayores márgenes de algunos sectores empresarios, como reconoce el propio paper del FMI elaborado por tres economistas Hansen, Toscani y Zhou para el caso europeo, donde se concluye que “el aumento de los beneficios empresariales explica casi la mitad del incremento de la inflación en los dos últimos años”. Algo crítico que tampoco se puede resolver en pocos meses de un gobierno saliente.

Si la evaluación del staff correspondiera a otro país, la revisión ya hubiera terminado y se hubiera dado “waiver” por las metas, por la ocurrencia de un fenómeno exógeno. El FMI debe velar por financiar desequilibrios de sector externo según su Convenio Constitutivo y estamos ante un caso muy claro donde el Organismo debe actuar efectuando el financiamiento compensador que imponen sus normas.

El país necesita por un problema de “liquidez” un puente financiero para atravesar un 2023 arruinado por la sequía y con la esperable mayor presión cambiaria propia del segundo semestre de un año con elecciones presidenciales, como ocurre en las últimas décadas con Gobiernos de diferente signo político.

En 2024 y en lo sucesivo, el fin de la sequía y la construcción del gasoducto NK además de otras iniciativas en curso, permitirán revertir el déficit comercial energético a superávit desde 2025, con un balance comercial superior en u$s25 mil millones para 2024, lo cual refuerza la razonabilidad de plantear la cuestión cambiaria en otro escenario político y económico estructural.

Si el staff del FMI no aprueba esta semana la revisión, en un proceso que toma no menos de 2 semanas, el Directorio no tendrá tiempo de aprobar los desembolsos del primer trimestre durante julio. Argentina negociando de buena fe, pagó los vencimientos de junio, empleando yuanes en una proporción del total, un dato no menor en un contexto de competencia hegemónica económica mundial entre EE.UU. y China. El timing y la forma de abonar los vencimientos de julio, es una decisión estratégica que deberá meritarse dado el progreso de las negociaciones y los impactos económicos de las diferentes opciones posibles. Cabe destacar que en agosto el Organismo entra en sus vacaciones de verano y eso retrasaría el ingreso de desembolsos al mes de septiembre.

La razonabilidad de la posición argentina fue avalada por los presidentes de la región, es compartida por numerosos países de Europa y un conjunto de países emergentes, además de China. Será clave la posición de los EE.UU. como accionista principal del FMI, que debiera estar razonablemente interesado en el cuidado de intereses permanentes que incluyen la estabilidad de Argentina, de otros países de la región y de actores privados con fuertes lazos económicos, productivos y comerciales, con nuestro país, incluidos otros acreedores. Una actitud irresponsable, sería el tercer caso de mala praxis tras la tenebrosa actitud del Fondo en 2001 que mereció un lapidario informe de la Oficina de Evaluación Independiente y la de 2018 cuando megafinanció un plan que su staff definió como altamente insustentable. Es de esperar que el FMI actúe con responsabilidad y premura en un contexto que lo requiere de todas las partes involucradas.

Seguramente la negociación llegará a buen puerto, tal como indica el inminente viaje de la delegación argentina. Pero en una negociación hay que considerar todas las opciones y el Ministro de Economía se caracteriza por entender los contextos y saber jugar bien sus cartas con las PASO a un mes vista.

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