Gritó un asambleísta, desfigurado por la ira, encrespados sus puños por la rabia, y 88 colegas suyos lo escucharon y presionaron la tecla de su terminal en SÍ. ¿Según nuestros inteligentes padres de la patria con un solo sí vamos a tener seguridad, poder salir a cualquier hora, los barrios ya no amanecerán con cuerpos desmembrados, se acabarán las vacunas, nuestros graduados tendrán trabajo digno y bien remunerado, se incrementarán las carreras universitarias y no faltarán cupos; las medicinas fluirán en farmacias particulares; la corrupción e impunidad serán cuestiones del pasado, acabará la desigual distribución de la riqueza y la desnutrición infantil? ¿Cómo no nos dimos cuenta de que la solución estaba en mandar a la casa al presidente de la República? Qué mala memoria la de nuestros salvadores. No recuerdan que de 1996 a 2005 pasaron por Carondelet siete presidentes de toda ideología, a unos los destituyeron y a una presidenta por ser mujer no la dejaron gobernar. Y no mejoró en nada la situación del pueblo, excepto unos cuantos revolucionarios que se sacaron la lotería. Actos como estos solo afectan al empobrecido pueblo; sube el riesgo país, se dificultan los créditos, no hay inversión y por tanto ni trabajo, ni dólares. ¿Quienes salen favorecidos? Los narcotraficantes, los corruptos que sacaron provecho hasta de la pandemia, los que dan y reciben coimas, los jueces corruptos que liberan a presos y muchos políticos que ya no son de clase media. Conclusión: el juicio al presidente, a más de ilegal, no es la solución a tanto problema.
C. Wellington Ríos Villafuerte