La reciprocidad sí existe en esta vida

En la tragedia de Alausí, decenas de familias están sepultadas, los pocos sobrevivientes aún están en shock; pero en todo ese ambiente de penumbra, un personaje llamó la atención y este es Jacob, un perro labrador de la familia Ruiz Moro, quien busca con desesperación a sus dueños. Él rasca la tierra, anda con su nariz pegada al piso y en cada intento fallido, solloza, como si dijera: ‘no los encuentro, perdónenme’. Los canes tienen un poderoso olfato para localizar a las personas, pero la zona afectada esta sepultada bajo quince metros de tierra, por lo que no podemos acusarlo de que su gestión sea inútil.

La contextura del can confirma el buen trato recibido por su familia y es precisamente ese amor recibido en el pasado el que en el presente se transforma en motor para continuar la búsqueda de su familia.

El proceder de Jacob muestra al gran número de insensibles que deambulan por ahí, que los animales si tienen corazón. Ellos sienten hambre, sed, frío y dolor por maltratos y heridas. Muchas colaboradoras domésticas no proveen agua a las mascotas para no limpiar, evitando así que hagan sus evacuaciones, causándoles estreñimiento y enfermedades renales.

La gran diferencia entre animales y personas es que mientras los primeros están 24/7 disponibles para brindar su contingente, los humanos abandonan a sus mascotas cuando están preñadas, se hicieron mayores o simplemente se les pasó la novelería.

Dr Francisco Bayancela González

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