Un testigo afirmó que Antonini confesó que Uberti le pidió que "pase" la valija con los u$s800 mil

 Un testigo afirmó que Antonini confesó que Uberti le pidió que

Con un giro sorpresivo respecto a su primera declaración, prestada hace 13 años en la instrucción de la causa, un empresario aseguró, ayer, en el juicio oral, que el venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson le confesó que la valija con casi u$s800 mil que intentó ingresar a la Argentina le pertenecía, en realidad, al extitular del OCCOVI Claudio Uberti, un funcionario del Ministerio de Planificación. La definición que distó de lo que había afirmado en 2010 -cuando no dio precisiones sobre el origen del dinero o su destino- debió ser explicada por el testigo cuando lo confrontaron con el texto de su declaración, mucho más genérico y sin nombres propios. Sin embargo, ratificó lo que acababa de decir. “El que le pidió que pasara la valija fue Uberti”, insistió Alejandro Lagrenade -un uruguayo dedicado a la construcción de casas prefabricadas que se había vinculado a Antonini para hacer negocios en Venezuela- respecto a lo que le comentó en referencia a su arribo al Aeroparque en un vuelo privado, cuando fueron interceptados por el control de Aduana y la PSA, en la madrugada del 4 de agosto de 2007.

“Lo invitaron a volver en el avión. Y en el Aeroparque le pidieron si podía pasar una valija porque el que la llevaba era un funcionario público y no la podía pasar, porque tenía dinero”, fue la primera mención que hizo el testigo al asunto. Su declaración quedó envuelta en una controversia: un colaborador lo acompañaba detrás de la cámara del Zoom, y hasta le dirigió una consulta sobre un dato que no recordaba, algo que fue advertido por la defensa de Julio De Vido pero también por Luis Losada, el presidente del Tribunal Oral Penal Económico que ordenó que estuviese sólo durante el interrogatorio. Será motivo de impugnaciones de orden técnico. La defensa de Uberti buscó saber de dónde había sacado el nombre del exfuncionario. El testigo no se movió de sus dichos y afirmó que le quedó fijado por ser homónimo a un automovilista, una de sus aficiones. Con todo, en la recta final de la ronda testimonial del juicio, es el primer testigo que afirma recordar algo que no había declarado nunca y aporta ese nivel de precisión. En general, los testigos, por el paso del tiempo tienen confusiones o no recuerdan la mayor parte de lo que declararon en su momento.

Es probable que Uberti pueda volver a hacer uso de hablar durante al juicio. Ayer lo hizo por tercera vez y con el objetivo de “aclarar” conceptualmente a qué se dedicaba el fideicomiso con Venezuela, un tema recurrente, así como la tentación por parte del Tribunal de interrogar acerca de lo que se conoció como la “embajada paralela”, que en su momento denunciara el exembajador Eduardo Sadous, con gran escándalo. No es el objeto del juicio que se trata de si existió o no contrabando aduanero por el dinero de la valija y si hubo un posterior encubrimiento. La reacción de Uberti fue a consecuencia de la declaración de Rafael Llorens, exlegales de Planificación que atestiguó en la audiencia anterior. “Ningún funcionario argentino podía tener incidencia en el manejo del dinero” que pagaba Cammesa a PDVSA por el fuel oil importado a la Argentina, que volvía por la compra de bienes exportados por nuestro país, fue su eje argumental. Venezuela usaba ese dinero y hasta adquiría bienes por montos superiores, en lo que los involucrados describen como un acuerdo bilateral exitoso, en épocas de Chávez. Uberti defendió su rol de “coordinador” y citó las resoluciones administrativas que lo colocaban en ese rol para desmentir que trabajara en las sombras en la relación con los bolivarianos. A pesar de ser un subalterno siempre subyace que el exfuncionario “informaba” a De Vido -su jefe formal- cuando, por ejemplo, existía la necesidad de que viajara a distintos destinos para concertar reuniones. Aun así, dijo que no recordaba que Néstor Kirchner le hubiese dado órdenes puntuales.

Lagrenade conoció a Antonini Wilson un año antes del episodio. El venezolano intermedió con una aseguradora que permitió una operación de exportación. Hubo una discrepancia con su anterior declaración también en un punto relevante: ahora dijo que transfirió el dinero del seguro a las cuentas que le indicaron, pero hace una década había dicho que envió alrededor de u$s 5 millones a la cuenta de Antonini para acceder a esa garantía. Vio a Antonini al día siguiente de que dejara el país, vía Montevideo para huir hacia los Estados Unidos. Dijo que lo notó asustado: “cometí un error”, le relató acerca de haber asumido como propia la maleta. “Le pidieron pasar la valija”, repitió. Y dijo que le dio la impresión de que lo presionaban para recuperar el dinero, algo que lo ponía en riesgo por ser ciudadano estadounidense. El testigo también relató un confuso episodio en el que el padre de Franklin Durán -socio de Antonini- viajó a verlo para que firmara un documento desacreditando al venezolano, supuestamente para colaborar en el juicio que se hizo en los Estados Unidos. No fue el único testigo que habló de eso ayer.

La fiscalía -y el juicio en general- tienen un obstáculo: Venezuela. Ha sido imposible, hasta ahora, concretar las declaraciones de Daniel Uzcátegui, Ruth Ramírez, Nelly Cardozo Sánchez y Wilfredo Ávila Driet, los cuatro venezolanos que viajaron en el avión de Enarsa aquella madrugada. Todos han sido contratiempos para coordinar que declaren desde su país. Hasta se involucró la Procuración General en un último intento, dado que en una oportunidad, como debieron esperar, las autoridades venezolanas dijeron que estaba vencido el tiempo de conexión al Zoom.

El relato que empezó a desnudar una trama paralela de un juicio que ya culminó llegó de la mano de Rodolfo Wanseele, otro uruguayo pero que quedó preso en Estados Unidos por haber sido quien llevó a Antonio José Canchica a reunirse con Antonini camino a Fort Lauderdale. Lo que no sabían era que Antonini había hecho un trato con el FBI y toda la reunión estaba monitoreada por agentes federales que detuvieron a los participantes -Franklin Durán y José Maionica- y a Wanseele. Según el testigo, su visitante -Canchica- que le fue “a traer un dinero”, recibió un llamado mientras estaba en viaje, y concertó de casualidad la cita, de camino. Tanto así, dijo, que Antonini le dio mal las instrucciones para el encuentro pero lo hallaron igual. El testigo arrastraba fastidio y ganas de desentenderse de toda la cuestión relativa a la valija, por los problemas que le ocasionó. Sostuvo que a Antonini lo vio de lejos y que lo conoció en la Corte de Estados Unidos, ya detenidos, acusados junto a Canchica de ser un agente de inteligencia extranjero.

Básicamente dijo que el FBI y el fiscal Thomas Mulvihill buscaron usarlo para que repita en el tribunal la versión que ellos habían preparado sobre el caso a cambio de “irse a su casa”. A cambio, le hicieron llegar al centro de detención cantidad de documentos y audios de grabaciones. “Que lea todo y hable de esto”, dijo que le pidieron.

Las partes se interesaron por el destino de ese material y el propio Wanseele debió relatar las trabas que tuvo para que se incorpore ese material en la Justicia. Aparentemente, Argentina lo tiene en su poder. “Decía lo que teníamos que declarar”, aseguró sobre el material que tuvo la firma de Condoleeza Rice, en una práctica que tiempo después y a nivel local se conocería como el sistema de “sortijas”.

El juicio en Miami que data de 2008 giró en torno a Durán pero también respecto al origen supuesto del dinero y su destino, además de considerar que hubo otras remesas por un total de u$s4,2 millones. A 15 años de ese proceso, el tema volvió a resurgir en el tramo final del juicio local.

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