Los límites

Aunque abundan los relatos sobre lo increíble de la tragedia del Titán, las proporciones de la aventura siguen siendo difíciles de aprehender. Para referencia, el ‘recordman’ mundial de apnea con aletas, pataleando hacia el fondo del mar, llegó en 2021 a 131 m de profundidad. Eso equivale a bajar nadando desde la terraza del edificio La Previsora de Guayaquil hasta la 9 de Octubre y volver a subir, pero no es ni el 5 % de lo que bajaría el Titán.

Sobre un humano, cada 10 metros de columna de agua ejercen tal presión que los volúmenes de gas en el cuerpo se reducen a la mitad. Se parece al efecto de absorber el aire de una botella plástica vacía, haciendo que sus paredes se junten. Por eso hasta hace poco se creía que los humanos no podrían sumergirse más de 50 metros antes de que sus pulmones colapsen. Y por eso no es una pequeña empresa vender charters al Titanic con 2.000 veces más presión encima. Pero los límites del conocimiento humano no se someten a la física. Y sucesos como la tragedia de esta semana son hitos que fuerzan que ese conocimiento se amplíe. A fines del siglo pasado un grupo de apneístas bajó 60 metros, luego 70, para superar en este siglo los 100 metros de profundidad. No colapsaron sus pulmones. Solo ahí fue redescubierto aquello que nos impulsa a hacer cosas insólitas y que tratamos de ignorar todo el tiempo: que somos animales. Al igual que las ballenas y otros mamíferos marinos, cuando la presión lo exige llenamos involuntariamente el espacio de compresión de los pulmones y otras cavidades con sangre, trayéndola desde las extremidades al tórax. Un fenómeno más natural en nosotros que caminar nos hace recordar de dónde provenimos, y nos enseña que aún hay mucho por explorar y aprender.

Son los mismos límites del conocimiento humano que hicieron al presidente Lasso creer que los vericuetos de la política en este infiernilllo de egos podían anticiparse con un plan de gobierno; o los que trató de poner a prueba el correísmo cuando afirmó que la reelección indefinida brindaba al pueblo la libertad de escoger (la humanidad ya había aprendido siglos antes que no tiene las mismas condiciones para ganar quien ostenta el poder que quien compite por él).

Como en el caso del Titán, estamos tratando con exploraciones humanas más allá de nuestro conocimiento. Es penoso que conozcamos tan poco del fondo marino como de nuestras organizaciones políticas.

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