Bajas expectativas electorales

La ciudadanía concurrirá a sufragar por obligación legal en las intempestivas elecciones del próximo 20 de agosto, convocadas por la virtual renuncia del presidente Guillermo Lasso a cumplir su período, al disolver la Asamblea Legislativa y evitar ser juzgado políticamente, elecciones cuyo costo millonario lo pagará el país.

Existe un evidente desgano ciudadano como consecuencia de haber depositado en reiteradas ocasiones su confianza por tener gobiernos preocupados por superar la dura crisis existente y mejorar sus condiciones de vida sin tener respuestas satisfactorias. Aquello hace que las expectativas en el próximo proceso electoral sean bajas, al tampoco observar propuestas fundamentadas sobre cómo construir un mejor país a futuro.

Continúa prevaleciendo una demagogia estéril, la retórica vacía, lo cual solo contribuye a hundir más al país en la incertidumbre y el desengaño. La actividad política sigue siendo controlada por los mismos grupos que están en el Gobierno o estuvieron en la disuelta Asamblea, ellos tienen el monopolio de proponer candidatos y al carecer de cuadros bien formados o preparados improvisan nombres o ponen los mismos de antes, que en su mayoría antepusieron sus visiones o intereses personales a los intereses nacionales.

Esa carencia de patriotismo tiene al país postrado en una creciente corrupción, empobrecimiento, falta de oportunidades de empleo, inseguridad, una deplorable administración de justicia, organismos de control ineficientes, lo que crea inseguridad jurídica y ausencia de protección de los derechos fundamentales de las personas.

Queda la esperanza de que quien gane la elección se ponga el traje de gobernante e instaure nuevamente la honestidad como norma de comportamiento de quienes gobiernen y de la sociedad ecuatoriana. No es justo que la impunidad y el enriquecimiento ilícito o no justificado sigan prevaleciendo. Se necesitan ejemplos claros de transparencia, un liderazgo firme, experimentado, conocedor del funcionamiento del aparato administrativo del Estado, desterrar la mentira y la oferta engañosa como forma de hacer política.

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