Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XXXIII)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XXXIII)

Finalmente, el gobierno y sus aliados estratégicos impulsaron el “Plan Reelección” y se metieron de lleno en la campaña electoral, con el objetivo de lograr la ratificación del presidente Mauricio Macri en octubre de 2019. Pero nada iba a alcanzar desde ese momento. Pensaron en consentir una economía de resultados bajos para evitar que se perjudicara el propósito crucial: la reelección del presidente. Se cortaría, se expandiría, se emparcharía todo el esbozo macroeconómico primitivo que tantas dificultades generó para bajar la inflación, para mantener un tipo de cambio competitivo y para disminuir los déficits gemelos 2017.

Justamente, como la articulación de los equilibrios había presentado enormes dificultades, el gobierno venía a modificar su política económica en función de la presión que debía desactivar en cada instancia. La respuesta del día a día pasaba a ser la estrategia de política económica.

Alguien en el gobierno había dicho que era bueno acostumbrarse a vivir en la incertidumbre. Pero en determinado momento se entiesó el mercado de cambios y se precipitó aceleradamente la tasa de inflación. El BCRA intentó vender dólares rápidamente durante todo marzo 2018.

Recuerde que la tasa de interés quedó negada como instrumento de política monetaria después del espectáculo dantesco del 28 de diciembre 2017. Sturzenegger hocicó y optó por disminuir el codicioso destrozo-la bicicleta financiera- que implementó con Prat Gay. Comenzó la “fase 2 del negocio”, venta de dólares regalados a $20.50 para los que se querían ir. La versión oficial: vender dólares para que no se espiralice la cotización, procurando evitar el pass through o transferencia a precios del precio ascendente del dólar, mientras los apremios inflacionarios crecían como la hierba. Pero los precios crecían porque las tarifas, los peajes y todos los negocios del entorno amigo no pareaban de succionarse todo.

La inflación mayorista subió en febrero 2018 a 4.8%, mientras que la inflación minorista fue 2.4%, trepando en esos últimos tres meses a 34% la tasa anualizada. La inflación núcleo se activó en febrero a 2.1%-se convirtió en el mayor número de los últimos doce meses-, en un contexto en que se esperaba una inflación nivel general de 2%, y 2.5% en abril, por efecto de la suba de los precios del gas y el transporte. El nuevo esbozo de programa se convirtió en un esquema de administración del tipo de cambio, con copiosas ventas de dólares del BCRA, supuesta e indiscutiblemente (porque lo hicieron con precisión), para evitar que se disparara una devaluación y amenazara más la inflación. Ambas cosas eran obvias, si te dejan 3 días sin beber y luego te acercan diez botellas de agua fresca, aunque te alcance con una te llevaras las diez. ¿Cae un ave en la trampa en la tierra si no hay cebo en ella? ¿Se levanta la trampa del suelo si no ha atrapado algo? (Amos 3:5)

Pero desde ese momento, evitar temores terminaría disparándolos, porque las decisiones siempre eran pendulares, estando en manos del apremio, del minuto en lugar de una estrategia, no ayudaba a comprimir la incertidumbre que se había disparado el inolvidable 28 de diciembre 2017. En ese momento ya el mercado se preguntaba si la política monetaria la definía Marcos Peña o Federico Sturzenegger.

Pensando bien, perturbado por los recelos de una desaceleración de la actividad económica, y dada la enorme apreciación del peso y el progresivo desequilibrio de las cuentas externas, Marcos Peña decidió relajar las metas de inflación tratando de domar la tasa de interés, con el objetivo de sostener el nivel de actividad, e incitar una recuperación del tipo de cambio, además de detener la orgia de ganancias con las Lebacs.

Sturzenegger sin rubor, se abarató y facilitó la decisión de los “no economistas” del equipo de Jefatura de Gabinete o se iba a su casa. Por esa razón, podó las Lebacs a 35 días en 2.25%. Claro que así la tasa real se hundió a la mitad. Los cambios en materia monetaria mostraban a las claras que había ganado protagonismo Marcos Peña y su equipo, frente a Sturzenegger que había sido humillado en público y abofeteado en privado”.

El Gobierno intentó mostrarse más resuelto para dar indicaciones de disminución del déficit fiscal para conformar a los más “responsables”. De esta manera, por primera vez se amagaba alguna reducción del déficit fiscal, con mayor control del gasto y dibujos falsos del equipo económico. El gobierno se había caído del mundo porque nadie más le prestaba un dólar, en cambio fingió que elegia no tomar más deuda externa y sustituiría la misma con colocación de deuda en el mercado doméstico para financiar el desequilibrio fiscal... “cuya boca habla falsedad y cuya diestra es diestra de mentira”. (Salmo 144:8)

¡Que clarividentes!, ahora pedirían pesos para financiar pesos. La realidad era que el endeudamiento externo no daba más. Por imposición y no por decisión propia, en enero 2018 al Messi de las finanzas le sacaron tarjeta roja. Ahora el mejor equipo de los últimos 50 años debía dominar la catástrofe autoinfligida. Se habían pasado 9 trimestres consecutivos pidiendo dólares para atender necesidades financieras en pesos. A la vez debían disminuir la emisión de pesos y parar la locura de las Lebacs que no detenían su ascenso.

Por un momento Sturzenegger volvió a recuperar protagonismo, al acelerarse la inflación. Como no podía acudir a su herramienta favorita-la suba de la tasa de interés-, comenzó a vender dólares precipitadamente para controlar el tipo de cambio, por temor a la escalada de precios debido al aumento del dólar. Intentando pensar bien, la postura de Sturzenegger era evitar que se siga devaluando la moneda, y no como decían las malas lenguas: “darle los dólares al cálculo prometido” para que vayan saliendo por la puerta de adelante y no por la ventana, los ganadores de fortunas en dólares con las Lebacs.

Para todo apelaban a la fábula. Por ejemplo: “Rentas de la Propiedad”, donde en el primer bimestre el Tesoro le vendió al BCRA los dólares que obtuvo con la colocación de deuda por u$s 8.000 millones. Prontamente, esos pesos los viró a sus cuentas del Banco de la Nación para ganar intereses a plazo fijo y desarrollar ingresos fiscales por “rentas de la propiedad”, mejorando en forma aparente el resultado fiscal primario en 0.2% del PBI.

En el primer trimestre 2018 el Tesoro emitió tres bonos por un total de $189.000 millones, que capitalizaron, devengaron y no pagaron intereses durante todo 2018. Ese tipo de endeudamiento mendaz le permitió reducir el pago de intereses de la deuda “caja” en 2018 en 0.4% del PBI. Durante el primer bimestre el Tesoro detuvo el gasto primario de caja en relación al devengado, utilizaron esta herramienta para cumplir con la meta fiscal de 2018, ya que en 2017 el Gobierno redujo la deuda exigible en 0,2% del PBI, que le dio margen para hacerlo.

Ya no había dudas que Macri había chocado, entonces íbamos marcha atrás en forma acelerada. La imagen de la Argentina en el exterior se deterioraba, pero el falso entusiasmo y el marketing interno sostenían el gran desbarajuste en marcha. El nuevo esquema para evitar sobresaltos no ayudaría a bajar la incertidumbre.

Con el impacto negativo de la sequía de 1% del PBI, caídos del mundo, obligados a recurrir al financiamiento local, la estrategia “masomenistica” era desconcertante. La Argentina en abril 2018 ya era extremadamente vulnerable, mientras se venía una desaceleración de la actividad económica en el segundo trimestre, que pretendían torcer con pronósticos absurdos de crecimiento para todo 2018 de 2.6% y una tasa de inflación del orden de 21%. Incoherentes hasta la coronilla.

En lo único que soñaban despiertos era en la reelección de Mauricio Macri. Pero empezaba una larga agonía política que terminaría en 2023. Una economía inestable EN 2018, era mucho más vulnerable sin la fortaleza mínima para animar la inversión, y presagiaba que, con todo el esfuerzo del establishment y los medios hegemónicos, no alcanzaría para que Macri fuera reelegido en 2019.

(*) Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @PabloTigani

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