Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XXXI)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XXXI)

Era ya un encadenamiento de sucesos que anunciaban el desplome de la popularidad del gobierno de Mauricio Macri. Tras la impetuosa asonada del 18 de diciembre, el rebote técnico 2017 ya no alcanzaba, sino que cargaba además con voluminosos déficits gemelos.

Las autoridades económicas optaron por modificar la política económica. Comenzaba así lo que los publicistas emplazaron como la recalibración del esquema macroeconómico reinante. El objetivo era claro, había que evitar que siguieran acrecentándose los déficits gemelos que, en la Argentina, terminaban siempre corrigiéndose de manera escabrosa y desconcertada en medio de una crisis. También, había que tratar de sortear la desaceleración de la actividad económica.

Los bochinches de diciembre 2017 en las calles parecía que había amainado y ahora a fines de febrero 2018, el ojo estaba puesto en el riesgo de que los crecientes desbalances macroeconómicos que terminarían desembocando en la crisis. Había una prioridad, y esa era la reelección del presidente Macri. El objetivo de gobierno era que la economía llegara sin sobresaltos de modo que el oficialismo tuviera chance de ganar la elección presidencial en 2019. En ese escenario, la política económica consistiría en inspeccionar los perjuicios causados.

El cambio de la fórmula de movilidad jubilatoria generó un costo político importante para el gobierno de Macri. Su imagen cayó alrededor de diez puntos porcentuales. Se sumó el episodio del ministro de trabajo: Triaca con la empleada doméstica y las denuncias que involucraban a integrantes del “mejor equipo”. El pacto con gobernadores se descubría frágil. El Congreso se presentaba como un recinto dificultoso para el oficialismo ya que allí convergían los desencontrados sectores peronistas y se descubrían algunas diferencias al interior del gobierno.

El esquema de política económica venía generando una serie de efectos no deseados como la sobrevaluación del peso con su contracara de atraso cambiario, desaceleración de las exportaciones, voluminoso déficit comercial y creciente déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos. El déficit fiscal era mayor que en 2015 por la creciente carga de los intereses y la pasividad fiscal de los años 2016 y 2017. Por esa razón, los déficits gemelos-fiscal y externo-alcanzan 11% del PBI y 12% cuando se incluía el déficit provincial, magnitud sólo superada por la situación previa al Rodrigazo (1975) y el Sigautazo-Alemannazo (1981-193).

La caída en la imagen y la necesidad de impedir un accidental gatuperio macroeconómico por los déficits gemelos transportó al gobierno a cambiar su política económica. Nacía el “Plan Reelección Macri o Macri Eterno”.

Con la reelección como prelación y tramitando la dinamización de la actividad, evitando una profundización del desequilibrio externo, Marcos Peña comienza con las recalibraciones del esquema macroeconómico procurando zurcir los agujeros económicos.

Así el gobierno prohibió a las empresas de seguros adquirir LEBACS encaminándolas a que compren letras de Tesorería o bonos en pesos, de manera de reducir la proporción de endeudamiento público que se financiaba pidiendo dólares prestados y comprimir el inconveniente de descalce de monedas. Prontamente ensanchó la medida sin explicarla expresamente, a los organismos públicos con excedentes, incluido el Banco de la Nación Argentina. En ese contexto, en los 2 meses que iban del 2018, el gobierno consiguió financiamiento por alrededor de u$s 16.000 millones, donde el 44% era en pesos perfilado en el mercado interno.

Muy activo Marcos Peña y sus adláteres optaron por modificar las metas de inflación y la política monetaria para intensificar la actividad y desinflar la evolución de los precios. Sus intenciones eran, bajar la tasa de interés para impulsar el nivel de actividad y, dar espacio para producir esa recalibración del tipo de cambio que pudiera evitar que siguieran abultándose el retraso cambiario y el desequilibrio de las cuentas externas.

En ese escenario se produjo una enérgica disminución de la tasa de interés real por el aumento de las expectativas de inflación y la caída de las tasas nominales de Lebacs de enero. Tuvo, asimismo, una alteración el esquema de política económica. La política monetaria se volvió menos contractiva, el BCRA ahora tenía que impulsar la actividad y desacelerar la tasa de inflación. La política fiscal proponía una reducción gradual del déficit, que siguió siendo financiado con más endeudamiento externo, aunque el gobierno ya intentaba aumentar las emisiones de deuda en pesos. El Banco de la Nación y el BCRA entraron a la cancha para evitar que el mercado de cambios experimentara una nueva apreciación del peso, indicación inicial de una recalibración del proyecto actual afín a la política cambiaria.

La idea era que todo iría mejor con un proyecto de tipo de cambio administrado en lugar de la libre flotación entre bandas del tipo de cambio real multilateral. Empero, esta modificación de la política cambiaria debería ser explicitada por el gobierno, que además habría de mencionar a quienes serían los encargados de transportar el avance. Desde ahora el BNA podría salir a vender dólares en el mercado de cambios cuando el tipo de cambio traspasara la zona superior del tipo de cambio real multilateral, o para sortear una descomunal apreciación del peso el BCRA podría comenzar a comprar dólares emitiendo pesos, cuando el tipo de cambio real procediera por debajo de la zona inferior.

Las expectativas de inflación habían subido de 16.6% en noviembre a 19.9% en febrero, así crecía la incertidumbre porque se hicieron más incuestionables las diferencias entre las finalidades de Marcos Peña y Sturzenegger, quien quedó magullado al no conseguir impedir el cambio de las metas de inflación. Además, se generó cierta perplejidad porque las impetuosas protestas de diciembre acabaron oponiendo la vía de las idas y vueltas del gobierno que se habían constituido endémicas. Comenzó a priorizándose la calma social, postergando la avidez de unas reformas estructurales que quedarían eventualmente para el segundo tiempo de Macri, que nunca más llegaría.

Se había corregido el inconveniente de la sobrevaluación del peso, la Argentina estaba con un dólar a $ 20.30 en vez de un dólar de $17.25. Según decían los amigos y pseudo periodistas, la Argentina se alejaba de una accidental crisis disparada por el desequilibrio externo. Era mucho mejor que estuvieran buscando acrecentar el financiamiento en pesos, dado que la alta dependencia del endeudamiento externo había generado una vulnerabilidad que padecían las finanzas.

Con un peso más devaluado, bajaría el agujero de la balanza comercial y el déficit de la cuenta corriente del balance de pagos. Asimismo, podía disiparse en parte la fuga de dólares vía turismo en el exterior y atesoramiento. La tasa de inflación de 2018 sería más alta, porque la incertidumbre había aumentado, Sturzenegger había quedado abatido y fuera de la política antiinflacionaria. Estaba pintado. Pero se había corregido la sobrevaluación del peso que genero su administración y el país se podía alejar de la timba financiera que había armado con las Lebacs, que los llevaría a una crisis gatillada por la inestabilidad externa en cualquier momento. El negocio que iniciaron Prat Gay y Sturzenegger emprendía la retirada, después de haber hecho fortunas para pocos con la “bicicleta financiera”.

El “Plan Macri Eterno” daría lugar a una economía vacilante con pronóstico reservado. Para que la estrategia oficial resultara exitosa se requeriría que la reelección dependiera más de la política que de la economía. El blanqueo salió, pero la reforma laboral fue desahuciada.

El DNU 27/2018 sobre “Desburocratización y Simplificación” intentaba lograr mediante cumplir con las condiciones requeridas para poder ingresar como miembro pleno a la OCDE. Esto requería eliminar figuras jurídicas que entorpecían y demoraban la acción del Estado y del sector privado, para obtener menores costos transaccionales, eliminando regulaciones y controles.

De pronto Macri hablaba de un “crecimiento invisible”, intentaba hacer creer con la entelequia que el país estaba mejorando en aspectos que podrían mejorar la calidad de vida, en forma absolutamente fingida, como todo lo que salía de su boca. En algunos pequeños espacios cristianos era bienvenido, seguro que le convendrían a amar la verdad honra a Dios, y le advertirían que Jesús dice que los mentirosos son hijos de Satanás, quien es el padre de las mentiras. En realidad no, no creo que se hayan atrevido. Eso sí, le preguntaban por la despenalización del aborto.

Federico Pinedo, recordó una de las conversaciones con el mandatario: “Me dijo que nadie diga que estoy por el sí” (Perfil, 9 de abril, 2023) “…Macri fue el primer presidente argentino en mandar al Congreso una ley de legalización del aborto. Nadie manda al Congreso una ley para que no salga…” (Gómez Centurión, Ibid)

(*) Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @PabloTigani

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