El mundo judicial percibe el inicio de una nueva era de "diálogo" y "normalidad" tras cierre de listas

 El mundo judicial percibe el inicio de una nueva era de

El cierre de listas previo a las PASO -sobre todo, el electrizante final que tuvo el de Unión por la Patria (UP)- tuvo su inmediata repercusión en el mundo judicial, que sacó sus primeras conclusiones en las 48 horas posteriores. La entronización de Sergio Massa como candidato único del ex Frente de Todos afincó la percepción en jueces, fiscales y operadores del Poder Judicial del inicio de una nueva era. Y como consecuencia natural -interpretaron- el eclipse de un estilo confrontativo que signó la última década. Esa lectura se hamacó en la evidente ausencia de candidatos del kirchnerismo puro en la boleta del Ejecutivo Nacional y en la personalidad del postulante de síntesis, un hombre bien conocido dentro del universo de los tribunales. Sacaron cuentas: sea Massa u Horacio Rodríguez Larreta los vencedores en las presidenciales, el estilo de relacionamiento con el Poder Judicial no tiene casi puntos de contacto con sus predecesores. Incluso el Ministro de Economía logró mantenerse en un compartimento estanco durante su gestión, manteniendo a salvo su red de contactos pese al escenario de beligerancia en el que se sumergió el oficialismo. La que despierta mayores interrogantes ahora para la faceta judicial es Patricia Bullrich que rescató voluntariamente (y sin beneficio de inventario) un puñado de exespadas macristas que ocuparon parte de la gestión 2015-2019. Javier Milei solo ocupa un mínimo espacio de probabilidad, más por sus excentricidades que por sus chances efectivas.

“Diálogo” y “normalidad” fueron los dos conceptos más reiterados en las consultas que realizó Ámbito en distintos fueros y hasta en la máxima instancia, la Corte Suprema. Ningún escenario exime de futuros choques por fallos, pero la dinámica es evaluada bajo otro prisma, graficado, por un lado, en el mecanismo de elección del candidato por parte del peronismo, y en la otra orilla, en los movimientos que desafiaron el señorío de Mauricio Macri en el armado opositor. Es futurismo pero, al menos en los campamentos de UP y del Larretismo subyace, más o menos explícita, la idea de que eventualmente echarán mano de una ampliación del máximo Tribunal para intentar licuar el poder de la mayoría o, al menos, negociar cargos a futuro. De todas formas, las definiciones de ambos frentes fueron bienvenidas en el mundo tribunalicio, una réplica a escala de la sensación que generó en el Círculo Rojo, básicamente por los mismos motivos.

Massa descansa en su propio perfil acuerdista pero incorpora como ventaja -para un refractario sector del Poder Judicial- un rasgo de autonomía de origen por el modo en el que se desencadenó la definición, desplazando al candidato cristinista Eduardo “Wado” De Pedro, una fórmula que planteaba una continuidad de ideas fuerza con la expresidenta Cristina de Kirchner. Massa también cuenta con una “citanova” propia forjada desde su paso por ANSES y afianzada como líder del Frente Renovador, enfrentado al kirchnerismo. El riesgo de la agenda propia -tal como tenía el propio Alberto Fernández en los siempre requeridos tribunales federales de Comodoro Py- es que no es de por sí una garantía, y puede licuarse con facilidad. No solo el fuero federal es su terreno conocido, sino la Corte Suprema, con la que enhebró una serie de gestualidades desde la presidencia de la Cámara de Diputados y ya como Ministro de Economía. Un solo dato para ilustrar: fue el que empujó el cumplimiento del Gobierno (que amenazaba incumplir) de la medida cautelar que ordenaba el pago de un mayor porcentaje de coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires; en un fin de semana, diseñó una estrategia de pago con bonos; pese al pataleo porteño que exigía giros cash, lo cierto es que la Corte no volvió sobre el asunto, consintiendo esa forma de pago, en los hechos. Hubo contactos mutuos el viernes.

La piedra angular de su relación con los tribunales la complementó con precisión de orfebre Guillermo Michel -desde los “fierros” de la Aduana-, primero frenando la sangría de las cautelares para importación, y luego logrando que el poderoso fuero Contencioso Administrativo Federal validara los mecanismos de control de las SIRA, herramienta que posibilitó ordenar el comercio exterior siempre en medio de una emergencia de dólares. La sintonía con el “fuero de la gobernabilidad” que es el Contencioso es vital para parapetarse desde Casa Rosada con alguna perspectiva de éxito. El background de Michel también estrechó lazos con el fuero penal económico, que alguna vez Alberto soñó con fusionar con Comodoro Py. Esta estructura perceptible a los ojos de los tribunales la completó con la reciente importación del polifacético Juan Manuel Olmos, uno de los funcionarios silenciosos más efectivos de la era albertista que fue adoptado tanto para la “rosca” de intermediación política como por su expertise en temas judiciales, desaprovechado por Fernández pero con pergaminos revalidados mucho más allá de los límites de CABA, donde los tribunales son de diseño.

Fiel a su estilo radial, Rodríguez Larreta no escatima esfuerzos en desplegar y reclutar bajo su estructura la mayor cantidad de profesionales en la “gestión judicial”, precisamente porque su discurso público esquiva lo máximo posible parecer interesado o preocupado por controlar ese frente. En CABA la cuestión judicial es una “campana de madera” (nunca suena) pero para trasladar ese modelo a Nación ha puesto en marcha un dispositivo que exprime la red de relaciones. No es sencillo, tampoco. En Retiro ya se acostumbraron a vivir sin jefe y en permanentes alianzas tácticas. El sistema de Larreta todavía no fue testeado en finales del Mundo como las que deberá enfrentar si es presidente. Ya hizo pie en el Consejo de la Magistratura con Álvaro González. Es dable a descontar a Daniel “Tano” Angelici, que ya es parte del paisaje permanente y podrá entrar a jugar tanto con el ahora alcalde como si su contrincante Bullrich llegara. Juega con Lousteau y con Jorge Macri. Un experto en ajedrez simultáneo.

La más floja en este esquema -para el mundo de tribunales- es “Pato”. Por eso es un interrogante. La ambulancia que recogió macristas duros como Laura Alonso, María Eugenia Talerico y Mariano Federici (ex UIF) o el exconsejero de la magistratura Alejandro Fargosi disputan el universo de Twitter sin arraigo alguno a la gimnasia necesaria para operar en el sistema. Tampoco cuenta con la pátina de inmunidad que le generaba Elisa Carrió que sí contaba con múltiples y subterráneos lazos operativos en áreas claves de la administración. Ninguno de los exponentes que expone Bullrich cuenta con éxito alguno de gestión y se desconoce la impronta que pueda imprimir a su eventual política judicial. La retadora de Larreta sugiere una línea argumental dura para sostener su pertenencia a los halcones pero con cada vez más estrecho margen para aplicarla, sobre todo luego de la experiencia de Cambiemos que, también para tribunales y de forma muy íntima como para reconocerlo, fue un experimento fallido como para repetirlo. El primero que detectó esta falencia de equipos y de brújula fue el propio Mauricio Macri que, en silencio, busca para la campaña rodear a su exministra de cuadros técnicos con mayor gravitación. Ya estuvo extendiendo ofertas.

El fin de época para el denuncismo y el revoleo de expedientes con fines políticos parece ser otro de los signos que decodifican los jueces y fiscales con expectativas renovadas por el cierre de listas. Interpretan que -salvo Bullrich con un signo de interrogación- podría llegar la tan utópica etapa en la que la política pueda prescindir del protagonismo de los tribunales para dirimir sus desacuerdos. La máxima de que si la política está sólida conduce a la justicia es, por ahora, una idea de pizarrón.

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